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Diario de ocho 400 pequeñas palabras sobre cómo hacer buenas obras

Un día llegué a casa de la escuela. Cuando estaba a punto de entrar a la casa, de repente escuché el canto de un pájaro. Cuando estaba a punto de entrar a la casa, de repente escuché el canto de un pájaro. Así que me apresuré a buscarlo. Encontré un pequeño gorrión aprendiendo a volar.

Tiene un par de alas pequeñas y sus plumas aún no han crecido del todo. Estaba saltando arriba y abajo en el pasillo, dando golpes de izquierda a derecha, era extremadamente lamentable. Verlo en pánico y enojado me hizo sentir muy triste. Creo que si continúa en el corredor, otros animales grandes lo lastimarán o se lo comerán si no muere de hambre. Pensando en esto decidí devolverlo a la naturaleza, donde podría aprender a volar libremente.

Luché por bloquearlo en una esquina y luego lo sostuve con cuidado en mis manos. Al principio pensó que le haría daño, así que luchó desesperadamente y temblaba de miedo. Acaricié sus plumas y le dije: "¡Pajarito, pajarito, no tengas miedo, estoy aquí para llevarte a casa!" El pajarito pareció entender mis palabras y dejó de temblar. Arqueé los dedos y agité. Me picaba la palma de la mano con mis patas ligeras

Con cuidado llevé al pájaro escaleras abajo en el ascensor y lo coloqué en el amplio césped. De mala gana le dije al pájaro: "Pajarito, pajarito, la naturaleza es tu hogar. ¡Vuelve rápido a casa y aprende a volar!". El pájaro a veces vuela, a veces salta y avanza gorjeando, como agradeciéndome.