550 palabras Cuando se cae la cadena del coche
Recuerdo que esa mañana se me cayó la cadena del auto y lo empujé apresuradamente hasta la puerta de su tienda. Como siempre, había mucha gente allí. Lo vi trabajando duro en su auto. Ni siquiera tenía ayuda para transportar las delicadas herramientas. Tuvo que caminar lentamente desde afuera hasta la casa y encontrar un puñado de herramientas de reparación. Parecía que estaba cansado. Después de todo, el anciano es viejo y ha trabajado durante tanto tiempo. Es hora de tomar un descanso. Justo cuando quería sentarse y descansar, el hombre que esperaba para reparar el auto dijo: "¡Apúrate! ¡Apúrate! ¡Tengo prisa! ¡En este momento, tenía muchas ganas de decirle al hombre hace un momento!" : "¡El abuelo necesita descansar!" Después de escuchar las palabras del hombre, el anciano se levantó con dificultad, salió cojeando de la casa y continuó reparando el auto. Después de aproximadamente media hora, finalmente llegó su turno de reparar el. coche para mí. "¡Viejo, descansa!" "Dije, quién sabe, él levantó la vista, me sonrió y dijo: "No estoy cansado". "Esta sonrisa siempre me hará recordar su apariencia: una cabeza redonda con un tinte blanco, una frente alta salpicada de algunas arrugas curvas, cejas pobladas, ojos entrecerrados en una línea y alrededor de los ojos había varias patas de gallo profundas, muchas marcas de aceite negro en su rostro y una barba blanca en su barbilla, que mostraba sus años de experiencia en Cangsang. Sin embargo, reparó el auto sin dudarlo. Sosteniendo el destornillador en su mano izquierda, sostuvo un extremo de la cadena y lo arregló. Luego presionó el otro extremo de la cadena con su mano derecha y sacó el destornillador. Sólo cuando escuchó un "chasquido" la cadena se torció o se inclinó, simplemente la puso en marcha. Reparado. Cuando toqué mi bolsillo, ¡ah! No había dinero. El anciano pareció ver mi dilema y dijo con una sonrisa: "No importa, te devolveré el dinero más tarde". Finalmente suspiré aliviado y dije: "¡Gracias, abuelo!". "Me subí a la bicicleta y me fui".
Aunque la delgada figura del anciano se fue alejando poco a poco hasta desaparecer de mi vista, ¡nunca olvidaré su amable sonrisa y su meticulosa actitud de trabajo!