Cuando llegues a la mediana edad, no te confundas.
Estamos tan cansados que casi hemos olvidado quiénes somos, los verdaderos colores de nuestros seres queridos y nuestros ideales. Para nosotros a esta edad, el único sustento puede ser ver a los niños animados lanzarse a nuestros brazos para evitar perdernos en el vasto mar de la vida. Un niño es como una luz brillante en el vasto mar, que te guía para que ya no estés confundido en la vida confusa y seas firme en ti mismo.
A los cuarenta años, hemos empezado a asentarnos poco a poco, ya no tentados por el ajetreo exterior, y nos hemos ido adaptando poco a poco a nuestros roles. Después de usar máscaras durante mucho tiempo, poco a poco hemos olvidado nuestra apariencia original. Sin embargo, cada vez que hay silencio por la noche, nuestro yo original siempre nos despierta y comenzamos a quedarnos dormidos. Mírate ahora, ¿quién es mi verdadero yo? No estamos perdidos en el océano de la vida, sino en nuestros propios recuerdos. Mirando hacia atrás en las cosas que he hecho, cuántas fueron en contra de mi voluntad y cuántas fueron ambiguas. Sin embargo, cuando abrí los ojos por la mañana, parecía haber entrado nuevamente en un laberinto y asumido el papel de la lucha. Quizás así somos ahora, ya sea que tengas 80, 90 o cero, tienes que enfrentar muchas cosas que otros han enfrentado. Siempre tenemos que volver a nuestro yo original, siempre.